pensionados alicantinos de bellas artes en Roma durante el siglo XIX
Escrito por Adrián ESPÍ (Universidad de Alicante)
A lo largo del siglo XIX -tan importante para el arte español- ampliaron su formación en Roma muchos pintores y escultores, y más tarde músicos. Roma y luego París, aunque ya esta capital competía con la primera, ofrecía un poderoso atractivo, suponía para todo artista una meta singularísima. La riqueza de sus monumentos, sus colecciones museísticas, la basílica y los palacios vaticanos y la posibilidad de viajar por otras muchas regiones: Venecia, Nápoles y Pompeya, Milán, Florencia, etc., convertían los estudios en el «estrangero», en Italia, en un sueño que era menester alcanzar.
Y la verdad es que desde muchos organismos como serán la Real Academia de San Fernando de Madrid, el Ministerio de Fomento o las propias diputaciones provinciales, se iba generando un continuo goteo, desplazando en diversos periodos y por espacio de tres y cuatro años a los que eran ya, o pretendían ser, profesionales del arte en Italia.
La Academia Española de Bellas Artes en Roma se crea mediante un decreto de 5 de agosto de 1873, pero hasta 1881 no cuenta con edificio propio y adecuado para sus funciones. Los españoles, sin embargo, acudían desde mucho tiempo antes a la Ciudad Eterna en el disfrute de los pensionados y apoyos de diverso carácter y de diferente procedencia, pero todos ellos tendentes a lograr el mismo fin: la perfecta formación de su arte.
Vivían en casas particulares, habitaciones alquiladas, buhardillas-estudio, frecuentaban con asiduidad las tertulias artísticas y literarias del famoso Café Greco situado en la popular Vía Margutta y mejoraban su quehacer asistiendo o bien diariamente o bien por la tarde-noche, a las clases que se impartían en la conocida Academia Cechi, coincidiendo en estas sesiones españoles de todas las regiones y artistas de otras nacionalidades, lo que permitía un intercambio fecundo de opiniones y puntos de vista siempre enriquecedores.
Conocida es la presencia de José Aparicio Inglada (Alicante, 1770 – Madrid, 1834), pintor de formación neoclásica, incluso enfarragosa y, además, artista áulico con Fernando VII, primero en París, siendo amigo y discípulo de Louis David, a partir de 1807, y quizá hasta 1814, en Roma; pintor que expone, y con igual éxito, en el Museo Napoleón en la capital del Sena, que en la «Chiesa della Rotonda» ya en Italia, cuando ya es académico de San Lucas: «Artisti Spagnoli, Signore Giuseppe Aparisio, di Alicante».
El caso del alcoyano Antonio Gisbert Pérez (Alcoy, 1834 – París, 1901) lo estudiamos en su momento, en el contexto de la actividad cultural española volcada en las Exposiciones Nacionales y la producción del cuadro histórico: Últimos momentos del Príncipe Don Carlos, óleo firmado en Roma, medalla de oro en 1858; Suplicio de los Comuneros de Castilla, también primera medalla, dos años después; Desembarque de los puritanos en América del Norte, la tercera medalla de igual dignidad, en 1864, Amadeo de Saboya ante el cadáver del General Prim, etc.
El caso del escultor alteano Antonio Moltó y Such (1841-1901) que encontramos documentado en Roma en el periodo de tiempo 1882-1884, ya en la Academia Española de Bellas Artes cuando es director el pintor Vicente Palmaroli, ha sido tratado en profundidad recientemente; fue pensionado de mérito, y al término de su estancia italiana realizó importantes obras en Madrid.
Emilio Sala Francés (Alcoy, 1850 – Madrid, 1910), permutará su estancia romana por París, en el momento, además, en que en la capital gala han estallado los nuevos manifiestos estéticos ligados al impresionismo, y Monet, Manet, Renoir, Degas, Sisley o Morisot se convierten en figuras controvertidas pero singularmente eficaces.
Del Ministerio de Fomento y más tarde del Ministerio de Asuntos Exteriores, a través de la Embajada de España cerca de la Santa Sede así como de la Legación de España en Italia dependían en gran manera todos los trámites, pero es evidente que el contacto entre pensionados españoles antes y después de la creación de la Academia y del disfrute del edificio ubicado en San Pietro in Montorio, fue estrecho y continuo.
En Roma hacia la mitad de siglo, y en lo que respecta a la pintura se observa una clara evolución que va desde el Romanticismo al Realismo, siendo quizá figura importante en este cambio Filippo Polizzi (1818-1895), gran paisajista. Ese mismo realismo aplicado a la «pintura de historia» -tan arraigada en España a partir de las Exposiciones Nacionales que se inician en 1856, con el beneplácito de Isabel II- se centra en Domenico Morelli (1826-1901).
Y figuras destacadas serán igualmente, Costa, Fontanesi, Signorini y a partir de1861, doblada ya la centuria, De Fattori y De Lerga. No puede quedar en el olvido Giovanni Carnovali, llamado «Il Piccio» (1804-1873) quien utilizaba una técnica sutil, con empastes grumosos y veladuras, con repetidas envolturas lineales y no pocas raspaduras.
Este es el panorama con que se encuentran los pintores becados Agrasot, Casanova, Poveda y otros muchos, todos ellos alicantinos.
En cuanto al arte escultórico, hacia 1850 en Italia se ve claramente que ha vencido el tradicional clasicismo, vía que permite de alguna manera, y de forma paulatina, desligarse de las fórmulas románticas. Con posterioridad y paralelamente al mundo pictórico surge un realismo de decidida factura, atrevido y consciente que pasará a ser conocido con el nombre de «el verismo», siendo uno de los fundadores de dicha corriente Vincenzo Vela (1822-189 1) con obras tan significantes como Espartaco, la Estatua de Carlos Alberto en el Palacio Real de Torino o el Napoleón del Museo de Versalles. En tal corriente permanecen Archille D’Orsi, Giulio Monteverde, Ettore Ferrari y Medardo Rosso, que por el abocetamiento de su trabajo alcanza claras líneas impresionistas.
Datos obtenidos de: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/espanoles-en-italia-e-italianos-en-espana-iv-encuentro-de-investigadores-de-las-universidades-de-alicante-y-macerata-mayo-1995–0/html/ff147868-82b1-11df-acc7-002185ce6064_43.html
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