EL COSTUMBRISMO

Joaquín Agrasot dos amigas
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Pero la identidad no se construía exclusivamente a partir de hechos históricos o de personajes con un aura legendaria. Se hará preciso apoyar la idea de un pasado común y diferencial en las ideas de nación y región. Frente a la historia, ganaba adeptos un historicismo esencialista cuya encarnación era el campesino, ligado a la tierra.
La formulación de unas presuntas características inmanentes de grupo se basó en la interpretación de las costumbres populares por parte del folklorismo. Su traducción pictórica fue el costumbrismo.
Sin embargo, se trata de un regionalismo en absoluto nacionalista, o para ser más precisos, españolista.
Los más importantes de presentantes del costumbrismo valenciano pintaron no solo el alma regional sino también tipos aragoneses, castellanos o napolitanos.
Un amplio abanico de opción para una corriente con muchos adeptos y no pocos compradores en la Valencia finisecular.
Sin duda, el pintor alicantino que mejor ilustra esta tendencia es Joaquín Agrasot y Juan (Orihuela 1836-Valencia 1919). Como Gisbert, este pintor se marchó muy joven de Alicante para estudiar en la Academia de San Carlos de Valencia gracias a una ayuda de la Diputación.
Tras su formación elegiría esta ciudad para establecerse definitivamente.
Especializado en temática costumbrista, su estancia en Roma a finales de los años 60 gracias a otra pensión provincial y su amistad con Mariano Fortuny serán fundamentales en su trayectoria profesional.
A su vuelta a Valencia realizara aquellos cuadros de casacon que había puesto de moda su amigo Fortuny -es decir, cuadros de acontecimientos sociales ambientados en la época de Carlos IV-, y escenas de tipos valencianos en la huerta, bailes y verbenas o ferias de ganado, entre las que podemos citar
Una labradora valenciana o Manola, ambas obras de los años 80. Nunca dejó de pintar personajes populares Italia nos como ]ouen romana (1905) o castellanos como Campesino en León (1889).
En aplicación a las leyes del decora, este tipo de pintura debía ser verosímil en la representación de los accesorios, en la plasmación de los paisajes y los escenarios; debía contener un sentido descriptivo que no fuera de mal gusto y que no corriera «el riesgo de Subversión que las actitudes años radicales del realismo podían introducir la sociedad».
El pintor costumbrista debía tratar cada escena de una manera amable. Asi se obviaba, la perspectiva que, años más tarde, asumirá la visión de la España Negra de algunos noventayochistas siguiendo la estela pictórica de Goya.
Las transformaciones con las que la incipiente industrialización y los avances técnicos estaban marcando nuestro país no tenían hueco en estas obras.
A estas escenas de la huerta se unía una gran cantidad de cuadros de costumbres en espacios religiosos: representaciones de sermones, de escenas de sacristía, de monaguillos, etc.
Sin embargo, esta iconografía ya nada tenía que ver con la temática religiosa, en clara decadencia. Como plantea Álvarez Lopera «la verdadera naturaleza de la pintura de costumbres religiosa era laica, no les interesaba la espiritualidad sino, en el mayor de los casos, la sociología.
En ella lo religioso era simplemente “pretexto» También autor de escenas populares fue Antonio Amorós Botella (Alicante 1849-1925).
Contemporáneo a estos autores es preciso citar a Francisco Bushell Laussat (Alicante 1826-Madrid 1901), a los ilicitanos Antón Serra (Elche 1837-1932) y Pedro Ibarra Ruiz (Elche 1858-1934) y a Placido Francés i Pascual (Alcoy 1834-Madrid 1902).
Este último se había formado en los años 50 en San Carlos. Profesor en la década siguiente de autores de la talla de Domingo, Martínez Cubells y Pinazo, fue corresponsable la creación del Museo Provincial de Valencia.
En 1882 fue nombrado profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, propiciando desde la capital la creación de la Sociedad de Acuarelistas de Madrid.
La acuarela estaba entonces de moda impulsada por la fortuna que conocida en Inglaterra, y que tuvo en francés un importante artífice junto a Rafael Alberola Berenguer (Novelda 1846-1923), que llegó a ser secretario de la asociación de acuarelistas madrileña y a Vicente Poveda Juan (Petrel 1865-Roma 1935). Pensionado por la Diputación en 1882 en Roma, Poveda expuso con la Società degli dei Amatori e Cultori delle Belle Arti durante los años 1902, 1903, 1907 y 1911. De hecho fue, desde 1909, uno de los socios extranjeros de la Società degli Acguarellisti de Roma. Ricardo María Navarrete i Fos (Alcoy 1834-Madrid 1909) estudió también en San Carlos siendo pensionado por el Ministerio de Fomento para ampliar sus horizontes en Italia. Residió en Venecia donde se especializo en una temática de canales y góndolas fue reflejaba en unos pequeños cuadritos realizados con técnica preciosista y de gran detalle. Precisamente e n 1882 se encuentra en esta ciudad italiana participando en una exposición de Bellas Artes con dos obras Il vespero in chies a aiPrari y Veduta disanta Barbara in Venezia.
Articulo: Realizados por Isabel Tejada Martín, sirva desde aqui nuestro agradecimiento por la buena labor investigadora.